Los geckos y las salamanquesas son especialmente conocidos por su habilidad para atrapar insectos y otros invertebrados gracias a las almohadillas adhesivas en sus dedos, que les permiten trepar por paredes y techos en busca de presas. Estas almohadillas, combinadas con una excelente visión nocturna, les permiten detectar y capturar insectos de forma rápida y efectiva.
La lagartija, a diferencia de la salamanquesa y el gecko, que son principalmente nocturnos, es activa durante el día. Se alimenta principalmente de insectos y otros invertebrados y se encuentra en una variedad de hábitats, desde bosques y matorrales hasta zonas urbanas y suburbanas. A diferencia de la salamanquesa y el gecko, la lagartija no dispone de almohadillas, aunque se aferra con eficiencia a las superficies mediante la presión que ejerce con sus dedos.
La lagartija ibérica (Podarcis hispanica), el gecko moruno (Tarentola annularis) y la salamanquesa común (Tarentola mauritanica) son especies muy comunes en el territorio español que difieren en cuanto al tamaño, rasgos morfológicos y patrones de color. En términos generales, los geckos y las salamanquesas pertenecen a la familia Gekkonidae, tienen patas cortas y anchas y ojos grandes. La lagartija común pertenece a la familia Lacertidae y se caracteriza por tener un cuerpo delgado y alargado, patas delgadas y una cola larga y delgada.
En cuanto a su coloración, los geckos y las salamanquesas tienen una piel suave y brillante, con patrones de coloración y manchas que varían según la especie. La lagartija ibérica, por otro lado, tiene una piel escamosa y su coloración puede variar desde el marrón claro hasta el verde oliva.
En conclusión: no hay insecticida más eficiente y ecológico que podamos tener si respetamos a estos seres.
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